Una
duda apareció en mi mente y regresé al balcón. Miré hacia abajo. No era difícil
trepar el muro lateral del antejardín del edificio. Desde ahí una persona ágil
podría saltar hasta nuestro balcón. Al ser el barrio tan tranquilo, nadie se
había percatado de esa falla elemental de seguridad me sentí un tonto al nunca
haberlo notado. A continuación, examiné la puerta corrediza que conectaba el
comedor con el balcón. No exhibía rastros de violencia. Seguramente yo mismo la
había dejado sin seguro confié mucho en que ya había cerrado todo pero por las
prisas no asegure bien mi hogar. Solté un suspiro profundo.
Entré
de nuevo al apartamento. Quería mirar qué había robado el carbón. No recordaba
haberle visto algo en las manos o un morral en la espalda incluso pareciera que
solo entraba a examinar mi casa.
Inspeccioné
el estudio mis pinturas mi lap estaba intacta. Los dos tablets seguían en su
sitio. En el cuarto donde dormía no encontré desorden ni cajones abiertos. Al
parecer no faltaba nada demasiado extraño.
Quince
minutos más tarde llegaron las patrullas y bajé a hablar con ellos. No habían
encontrado al intruso. Alan, el portero y vigilante de turno, no se había dado
cuenta de nada y mostró una preocupación exagerada, se sentía apenado por no
hacer bien su trabajo. Les conté detalles de lo sucedido todos sorprendidos de
que no se llevara nada miramos los videos de seguridad. En uno de ellos
se veía al tipo trepando por el muro lateral, como lo supuse me sentía todo un
investigador. Cinco minutos después, según el tiempo registrado por las
cámaras, el intruso saltaba y escapaba. Me rasqué la cabeza. ¿Qué había hecho
durante cinco minutos en nuestro apartamento? Los ladrones por lo general no
pierden un segundo. Este ni siquiera había desenchufado los computadores o
escarbado en los cajones. Muy extraño. continuara
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